Virginia Woolf y Anaís Nin: La transgresión a través de la escritura

El Mercurio
25 Noviembre 2002
Conferencia nº2

Introducción:

-Hoy día nos centraremos en las biografías de dos mujeres de clase media alta, cuya transgresión se manifiesta principalmente a través de su escritura: Virginia Woolf y Anaís Nin.-

-Ambas viven –pese a su diferencia de 20 años- en un tiempo de transición y de cambios en la sociedad, que van a llegar en mayor o menor grado a la mujer. Estamos hablando de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Virginia nace en Inglaterra en 1882 y Anaís en Francia en 1903.

-De hecho, pese a las muchas restricciones a la que se veían sometidas las mujeres en la llamada época victoriana, se estaban abriendo para ellas algunas oportunidades. La misma reina Victoria gobernaba un gran imperio, madame Curie, las hermanas Bronté, Florence Nightingale, Colette, Alma Mahler y muchas otras estaban mostrando que una mujer de talento no estaba –como antes- condenada definitivamente a no ser nadie. Eran excepciones, sí, pero algo decisivo estaba ocurriendo en el paso de una sociedad a otra, hecho que se manifestará más claramente en la Belle Epoque y posteriormente, tras la 1 Guerra Mundial.

-Además, el estatuto legal de la mujer también estaba cambiando. En las dos últimas décadas del XIX, se habían promulgado leyes que permitían,por ejemplo, que la mujer tuviera propiedades independientes del marido; que la edad mínima para casarse fuera 16 años y no 13 como antes y que podían quedar a cargo de sus propios hijos si el padre moría.

-Así, si bien Virginia y Anais no son las únicas mujeres que tienen oportunidad de ser alguien en este período de transición, las hemos elegido porque:

– Utilizan la escritura como medio para encontrarse a sí mismas

– Sus historias de vida son tremendamente interesantes y ayudan a comprender la fuerza de sus escritos

– y porque más allá de la transgresión de convertirse en mujeres famosas por lo que hacen más que por lo que son, se atrevieron a indagar en su propia naturaleza de mujer, optando libremente por el camino más difícil: el del cuestionamiento incesante.

-Adelantadas a su propia época, incluso hoy –entrando al siglo XXI- sus formas de encarar la vida y la muerte nos estremecen y si bien –pienso que ninguna de nosotras quisiéramos tenerlas como modelo por la tragedia y sufrimiento que implicaron sus vidas, al menos yo les valoro su valentía, y su búsqueda constante de encontrar y expresar su propia individualidad.


VIRGINIA (1882-1941)

 –Empezemos con una paradoja: Virginia Woolf se llama en verdad Virginia Stephen. Woolf es el apellido del marido, pero nadie, ni siquiera ella, pudo romper la tradición de que las mujeres de esa época se convirtieran en la mujer de…

Como todo ser humano, fue marcada por la experiencia de su vida privada y por los de su entorno.

Familia es vital.

Si bien Virginia se cría en un ambiente típicamente victoriano donde padre y madre, hermanos y hermanas tienen sus roles claramente definidos y donde  la rigidez moral y las  convenciones sociales rigen la cotidianeidad, su familia tiene rasgos peculiares:

1) Sus padres (Leslie y Julia) son viudos que se han casado nuevamente y que aportan al hogar cuatro hijos de sus primeros matrimonios y a los cuales suman cuatro más propios. Viven así en la casa 8 hijos “los tuyos, los míos y los nuestros”

2) Su padre es un conocido hombre de letras, de fuertes convicciones, un intelectual liberal y agnóstico (convertido)que cree teóricamente en la igualdad de derechos del hombre y de la mujer, pero que como muchos liberales  de su época , es tremendamente tradicional en su vida familiar. La mujer debe ser protegida en su inocencia y pureza;  desempeñar labores domésticas y a lo más, realizar actividades de benificiencia en la medida que no interfieran en el cumplimiento de su tarea esencial: la crianza y educación especialmente de las hijas, que generalmente se realiza en la casa.

Leslie tendrá, con todo, una enorme influencia en Virginia. Le abrirá –sin censura- su extensa biblioteca y será su guía intelectual.

Modelo para su hija en cuanto escritor y crítico literario, fue él quien la puso en contacto directo con los libros y la impulsó hacia la escritura. 

Su muerte en 1904 (ella tiene 22 años) la afecta profundamente. Pero por otra parte, siente que es una liberación. Desde que ha quedado viudo su carácter se ha agriado y su amargura y acidez es traspasado especialmente a Virginia y a su hermana Vanessa. Se mostraba autoritario, absorvente y exigente. Ella se da cuenta que con él vivo, no hubiera podido desarrollarse: “la vida de él habría terminado con la mía. Que habría ocurrido? –se pregunta años después-. No habría escrito, nada de libros…algo inconcebible…”

3) Su madre –Julia- es más bien una ausente en la vida de Virginia. Ella muere cuando Virginia tiene 13 años, sin lograr a establecer una relación profunda. De allí la importancia del padre en un período clave de formación –13 a 22 años.

4) Pero quien ocupará el lugar de su madre, será su hermana Vanessa, tres años mayor. La relación entre ellas fue excepcional, de pares y claramente simbiótica. Pese a la complejidad de las relaciones entre hermanas, ellas se potenciaban, se necesitaban y se admiraban mutuamente. Vanessa se expresaba en la pintura; Virginia en la escritura  y cada una presidía, a veces celosamente, su propio territorio.

La relación entre ellas despertó la admiración y  curiosidad de sus contemporáneos, por su poder y variedad así como por la intimidad del vínculo que unió dos temperamentos, aparentemente opuestos.

El matrimonio de Vanessa con Clive Bell (1906) fue un duro golpe para Virginia. Ella a los 24 años, lejos de pensar en el matrimonio –como las mujeres de su clase y condición- vislumbraba su vida al lado de quien más quería en el mundo, quebrando así los moldes que indicaban el casarse  como la gran “carrera profesional”  para la mujer.

Su Enfermedad

La vida de Virginia no fue fácil ni feliz. Pese a su belleza física, y ser desde la primera infancia la persona más original, imaginativa, inteligente  y divertida de toda la familia,  sufría  de una enfermedad mental que la sumió durante varios períodos de su vida en un estado psicopático.

Era maníaco-depresiva, enfermedad no tratable en esa época (hoy se hace con litio) que la llevó  a tener fuertes crisis y desaparecer por largos períodos de la vida pública y familiar.

Dichas crisis se hicieron presentes cada vez que sufría un fuerte impacto emocional y atravesaron muchas veces la frontera de la locura.

1.-  Cuando niña, seis o siete años,(1888) impulsada quien sabe si por los requerimientos sexuales de uno de sus hermanastros mayores, vivió su primera crisis; luego, le siguieron otras:

2.- a los trece años, (1895) por la muerte de su madre;

3.- a los 22 años (1904) por la muerte de su padre

4.- a los 30 años (1912) cuando se debate entre la “soledad perpetua” o el matrimonio, eligiendo no muy convencida este último. Leonard Woolf, será su compañía hasta su muerte pese a que con él no tiene afinidad sexual, pero sí una enorme afinidad intelectual.

5.- Los acontecimientos externos también la estresan: en 1914, el estallido de  la 1 Guerra Mundial (32 años) le afectan y vive una de sus fuertes crisis, pero

6.- es a partir de 1925, cuando ya se ha dado a conocer como escritora cuando presenta los  mayores desequilibrios. Cada libro que termina es un verdadero parto, donde se ha puesto “toda entera en el grito”.  “Sra.Dalloway” (1925) ; Orlando (1928) “Al Faro”, “Las Olas” (1931) “Los años” (1936) y “Entre Actos” (1941) son parte de su producción, toda ella intimista y de carácter sicológico, que refleja en mayor o menor grado su propia biografía.

Las crisis duraban meses, pero siempre lograba salir adelante.

Durante los períodos maníacos, se mostraba muy excitada. Cambiaba de opinión rápidamente, hablaba incoherencias, tenía alucinaciones y oía voces. Por ejemplo, oía que los pájaros del jardín hablaban griego, veía aparecer a su madre o a Eduardo VII  tras una ventana y se mostraba muy violenta con quienes la cuidaban. 

Durante sus períodos depresivos se sumía en la más profunda de las melancolías y desesperación.Apenas hablaba, no quería comer e intentaba suicidarse.  Siempre buscó el suicidio como un modo de liberarse de una locura que le dejaba exhausta.

Sin embargo, sus períodos de lucidez y normalidad fueron los más.

Se suicidó a los 59 años (se tiró a un río cerca de Londres, con piedras en el bolsillo), de los cuales no más de 7 u 8 en total la dejaron al margen de la acción y producción.

ESCRITORA.

-La fuerza de su vocación se deja entrever desde la infancia. A los nueve años escribe un periódico para la familia y desde los 15 se prepara conscientemente para ser escritora profesional.

Su primer entrenamiento es su Diario, donde describe sus actividades rutinarias y a sus conocidos de la adolescencia. Luego, a partir de 1905, ya muerto su padre,  comienza a escribir artículos y reseñas de libros para la prensa y revistas especializadas. Tiene un relativo éxito y  siente que más allá de su condición de mujer, es reconocida y  remunerada por su trabajo.

Parte esencial del grupo Bloomsbury –de gran influencia en la cultura de entre-guerras- es allí donde desarrolla sus potencialidades y siente la libertad de la creación.

En su origen, fue un grupo informal de amigos y compañeros de su hermano Thoby  que a partir  de 1905 se juntan en la nueva casa de las Stephen en el barrio de Bloomsbury a conversar sobre filosofía, arte, literatura.

Sus miembros, aparte de Vanessa y Virginia que son las “motoras” del grupo, son estudiantes de Cambridge con inquietudes políticas y artísticas y que buscan una sociedad más abierta y tolerante que deje atrás la mentalidad victoriana.

Allí no hay temas tabúes: sexo, vanguardia, pacifismo, una nueva forma de entender y vivir el arte y la literatura, el trabajo y la vida.

A partir de 1911 el círculo es conocido y comienza a tener influencia en la sociedad inglesa.

Allí llegan Lytton Strachey (biógrafo) Leonard Woolf, activista socialista y cientista político; Clive Bell, crítico de arte, Maynard Keynes, economista, Roger Fry, pintor, Duncan Grant, artista, Foster, novelista, entre varios otros.

Bloomsbury es la  nueva “familia” para Virginia. En ella y a través de ella conoce y se aventura en el mundo .

Virginia adquiere la libertad suficiente para hacer experimentos y comenzar a escribir con estilo propio, un estilo que deja de lado las descripciones realistas de las cosas y las personas para adentrarse en la problemática sicológica e intimista de los personajes.

La homosexualidad de muchos de los miembros de Bloomsbury, como la libertad para relacionarse en “malánges a trois” es vivienciado por Virginia como algo natural. Atrás quedó el moralismo de su padre y el de una sociedad que no hacía mucho (1895) condenaba a Oscar Wilde.

Marcada quien sabe si por los requerimientos sexuales de sus hermanastros, tiene una relación de lejanía y neutralidad con el sexo opuesto. Tiene miedo y se siente frígida.

Valora más el intelecto que la sensualidad como modo de acercamiento al otro. Siente atracción hacia otras mujeres, buscando en ellas más que sexo, compañía y comprensión de su propia naturaleza de mujer. 

En el ambiente progresista en que se mueve, se involucra con movimientos feministas y transgresores y mantiene fuertes lazos de amistad con reconocidas lesbianas como Vita y Ethel, líderes de dichos movimientos.

Pese a todo, y aunque tardíamente, se casa a los 30 años. (1912). Según sus biógrafos, fue la mejor decisión tomada en su vida. En  Leonard  encuentra  un hombre que la quiere bien, la cuida y le acepta su modo de ser y sus desequilibrios. Amigo, compañero –más que amante- Leonard  le da estabilidad y el espacio propicio para que desarrolle su vocación primera: escribir.

 Es Leonard quien decide no tener hijos. El fantasma de su enfermedad los frena. No quiere correr riesgos, pero ella guardará siempre un profundo rencor hacia sí misma, por no haber insistido lo suficiente.

Sus hijos serán entonces sus libros- Crean juntos una editorial, la Hogart Press –luego famosa- donde ella pueda publicar sus obras. Se abren a novelistas y pensadores de vanguardia y serán los primeros que darán a conocer, por ejemplo, la obra de Freud y de Elliot. Rechazaron, sin embargo, el Ulises de Joyce.

 El período más activo de Virginia en materia literaria va entre 1925 y 1935, es decir entre los 43 y 53 años. Si bien para ella escribir era “el placer más profundo” y ser leída, un “placer superficial”, fue esto último, -el ser leída- lo que le trajo importantes recompensas: independencia económica y “fama”

 Con “Mrs Dalloway” se hizo conocida en los ambientes cultos de ambos lados del Atlántico, lo que le dio seguridad y mayor confianza en sí misma. Pero fue “Orlando”-escrito a una velocidad de vértigo (5 meses) en 1928 el que le dio la fama. Fue su irreverencia para tratar el tema de un hombre que se convierte en mujer y que –se dice- fue una ofrenda de amor a Vita- lo que provocó el éxito de ventas.

 Aparte de sus libros Las Olas, Al Faro, Los años , fueron sus ensayos “Una habitación propia” y “Las Tres Guineas” los que ayudaron a convertir a Virginia en una de las principales exponentes del feminismo de la época.

 Las relaciones de Virginia con determinadas mujeres y su interés por todo lo que concernía a ellas, la convirtieron en un símbolo. Defensora pública de los derechos de la mujer, sobre todo a tener espacios de libertad y educación, no fue con toda una feminista fanática. Sus energías no se centraron sólo en intentar eliminar los abusos de una sociedad dominada por el hombre, sino descubrir sus causas últimas. Estaba convencida que, si se dejaba actuar en libertad, el ser femenino que existía en todo individuo –ya fuera hombre o mujer- se daría un paso fundamental para la convivencia y cooperación de ambos sexos, permitiendo formar una sociedad equilibrada y más justa.

¿Su transgresión?

-Vivir con la libertad de un hombre en una sociedad machista de fuertes rasgos victorianos; mostrar con su vida y su obra que una mujer también puede llegar alto y abrir espacios de entendimiento para que el propio hombre entendiera la esencia misma de la mujer.
-La más alta trasgresión: darse por vencida y suicidarse.
-Su testamento: carta a su marido, horas antes de internarse con piedras en sus bolsillos en el río Oere:

Querido: Estoy segura de que de nuevo, me vuelvo loca. Creo que no puedo superar otra de aquellas terribles temporadas. No voy a curarme en esta ocasión. He empezado a oir voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tu me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todo momento todo lo que uno puede ser. No creo que dos personas hayan podido ser más felices…no puedo luchar por más tiempo. Se que estoy destrozando tu vida, que sin mi podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Cuanto te quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increiblemente bueno…No queda nada en mí más que la certidumbre de tu bondad

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ANAÍS (1903-1977)

Anais es quizás, la otra cara de la medalla de la mujer transgresora en el ámbito de la literatura.

Con mucha mayor intensidad que en Virginia, su vida es su obra. Pese a escribir algunos ensayos y novelas, su verdadera contribución a la literatura del siglo XX fue su Diario.

Cincuenta años escribiéndolo… una obra monumental de más de 45.000 páginas donde logró expresar todo lo que los libros de mujeres no habían dicho durante siglos sobre mujeres.

Anais no sólo rompió tabúes al vivir intensamente una vida sin limitaciones morales, sino que tuvo la audacia de escribirla, como no lo había hecho nadie hasta el momento.

Más allá de los datos de época, de la descripción de personas y acontecimientos que marcaron una parte de la vida cultural e intelectual del siglo XX, su Diario es un relato apasionado, detallado y preciso de cómo siente y se descubre a sí misma una mujer moderna.

“Lo que tengo que decir- escribe- es algo completamente distinto del arte y el artista. Es la mujer quien quiere hablar. Y no sólo la mujer que se llama Anaís Nin. Tengo que hablar en nombre de un gran número de mujeres. A medida que me voy descubriendo, siento que soy solamente una más entre muchas otras, un símbolo. Empiezo a comprender a las mujeres de antes y a las de ahora. Las del pasado, privadas de la palabra, mujeres que buscaban refugio en mudas intuiciones, y las de ahora, entregadas a la acción, mujeres que copian a los hombres. Y yo…entre unas y otras.”

Al estilo de un Proust, un Joyce y un Miller, hizo lo que ellos –entrar en las profundidades del alma- pero desde una conciencia femenina.
Su diario, es el registro de un viaje por su interior, escrito con dolor y “desde dentro”, con la finalidad de descubrir su identidad de mujer en todas sus fluctuaciones y contradicciones. Un registro escrito con valentía que muestra su intimidad más íntima, sus estados de ánimo, sus obsesiones, su grandeza y su miseria.

Ella es- en definitiva- el “personaje” de su gran novela

¿Pero, quien es Anaís Nin? ¿Su vida fue acaso el reflejo o el símbolo –como ella dice- de las mujeres de su época?

En su externalidad, yo diría que no. Ninguna vida es igual a otra y la de ella es sin duda, excepcional. Sin embargo, pese al extremismo de sus pasiones y actos, su sensibilidad, sus temas y su modo de abordar internamente lo que le pasa es- a mi juicio- el propio de toda mujer . Dicho de otro modo, el contenido de la vida de cada mujer es diferente, pero la metodología, o el camino para comprender dicho contenido es muy similar entre las mujeres.

Anaís nace en Francia, en plena Belle Epoque, cuando el fantasma de la guerra, está muy lejos en el horizonte. El escenario en que se desenvuelve durante sus primeros 11 años de vida (su infancia) son Paris y Barcelona, cuidades cosmopolitas que para los miembros de una clase media alta como la de ella, derrochan abundancia, refinamiento, desenfado e intensa vida social. Este período de su infancia la marcará profunda y definitivamente.

Es el escenario adecuado para una familia como la de Anais (tiene dos hermanos hombres), cuyo padre, Joaquín, de origen cubano-español- es músico, -compositor y pianista- y lleva una vida bohemia, de giras, conciertos, viajes, amigos y…amantes.

Su madre, franco-danesa, es todo lo contrario: esposa devota, sumisa, de buena situación económica y social, acepta hasta donde puede al dandy de su marido.
La relación padre-hija es intensa. El busca en la niña la perfección. Es bonita, lúcida, alegre, pero no lo suficientemente perfecta que él quiere. Poco cariñoso, “no recuerdo ninguna caricia ni cumplido procedente de él” busca por todos los medios satisfacerlo, pero sin lograrlo. Queda grabada en su memoria el día en que la fotografió en el baño desnuda y la rechazó diciéndole que no la quería porque era fea. Ella sin embargo lo adora. El momo- como le dice- es su ídolo y sufre por sus continuas exigencias y ausencias.

En 1914, estalla la 1 Guerra Mundial y viene la separación. Anaís viaja a Estados Unidos (N York) con su madre y hermanos, pero su padre quien ha abandonado a su familia por otra mujer, se queda en Europa.

El desgarro y desamparo de Anais es fuerte. Atrás queda su infancia, su formación católica –adquirida en colegios de monjas- y su padre a quien añora. Debe enfrentar y adaptarse a otro país, a otro idioma y …sufre. Querido diario –escribe- en esos momentos “ten piedad de mí y escúchame”

La verdad es que ha encontrado en la escritura la única salvación posible a su drama íntimo. Lo empieza a anotar todo. En realidad su diario era “una carta larga para que mi padre pudiera seguirnos en nuestra ida a tierras extranjeras y saber todo lo que nos ocurría.” Muy pronto se fue convirtiendo en una isla donde podía refugiarme para pensar mis propios pensamientos, acercarme a mi misma, a mi alma.”

Poseída de un ansia de saber, de experimentar y de crear, estudió y se adaptó a una nueva forma de vida, buscando siempre la fórmula de huir de todo aquello que oliera a pobreza. De hecho trabajó como modelo y bailarina española para poder tener ingresos propios.

En 1923, con 20 años, se casó con Hugo Guiller, un banquero cuyos ingresos le permitían vivir más que cómodamente.

Nombrado vicepresidente del First National Bank en Paris, en 1925 (ella con 22 años) se trasladaron a la ciudad de su infancia viviendo en un lujo desconcertante.

Atraída por las excentricidades y el misterio, su matrimonio era atípico. Sin hijos, desde el primer momento le pidió a su marido una noche de libertad a la semana, sin preguntas ni reproches que luego amplió a tres. Así podría conservarla para toda la vida. Era el pacto que Hugo aceptó. Incapaz de soportar presiones ni invasiones a su espacio privado, le pedía tiempo y distancia para enfrentarse a la vida a la cual estaban lanzados.

La pareja se movía bien, tenían buenas amistades y a Anais le atraía verse inserta en los círculos de intelectuales y artistas que merodean por el Paris de entre guerras.

En 1929, producto de la gran Depresión, se cambia a un pueblito cerca de Paris – Louveciennes- Esa casa con 200 años de antigüedad y habitaciones pintadas de distintos colores para sus distintos estados de ánimo, será su centro social y de trabajo (rojo laca para la vehemencia; turquesa pálido para el ensueño; durazno para la ternura, verde para el reposo, gris para trabajar frente a la máquina de escribir). –Es allí donde comienza a escribir como profesión y a buscar editor para sus diarios, que consideraba su mejor literatura.

En 1931 se da a conocer públicamente escribiendo un ensayo sobre Lawrence, el famoso escritor del Amante de Lady Chaterley que había conmocionado la Inglaterra victoriana. El tema de Anaís era el goce sexual de la mujer, algo tabú en ese tiempo pero que ella trataba sin mayores censuras, con elegancia y perspectiva.

Ansiosa de explicar su egocentrismo, su natural propensión hacia la seducción, su incapacidad de mantenerse fiel hurgó en los secretos más profundos de su siquis y descubrió, no sin horror, y con ayuda del psicoanálisis tan en boga en ese tiempo, que lo que la motivaba a escribir y a actuar desenfadadamente en materia de Eros, era su miedo a no ser amada. Había que gustar a toda costa, a hombres y mujeres, de cualquier modo, ya que así podía quizás algún día zafarse de esa frase de su padre que repiqueteaba constantemente en sus oídos. “No te quiero, eres fea.”

Pero ni siquiera la relación incestuosa que tuvo con su padre, a los treinta años, luego de un reencuentro lleno de odio-amor, lograron darle paz.
Rodeada de figuras de gran éxito literario y artístico, sus amores con Artaud, con los psicoanalistas Allendy y Otto Rank, y con la que sería la más importante, larga y decisiva relación tanto sexual como intelectual, con Henry Miller y su mujer June, Anais se fue convirtiendo con el paso del tiempo en un gran mito.

“Creo que si no fuera escritora, confiesa, si no fuera creadora, experimentadora, hubiera sido una esposa fiel. Pero mi temperamento –reconoce- pertenece a la escritora, no a la mujer. Quitando la intensidad, el chisporroteo de las ideas, queda una mujer que ama la perfección.”
Alejada de Paris por el estallido de la 2 Guerra Mundial, se establece definitivamente en Estados Unidos en 1941. con su marido. Su gran época ha concluido (31-41) Llega a N.York con la aureola de mujer irreverente y transgresora e incentivada a la distancia por Miller, se decide a publicar sus diarios. Para sostenerse económicamente publicó una serie de cuentos eróticos, pero de ningún valor literario. Con todo su fama siguió creciendo. En la década del 60 influyó en el movimiento hippy, aunque el movimiento feminista nunca la quiso, porque en el fondo ella nunca ocultó que su tragedia era sicológica y no producto de una opresión externa provocada por la situación opresiva de la mujer.

Pese a ser una leyenda, no logra encontrar paz y tranquilidad interna:

Encubrí – dice- mi condición de mujer para abismarme en el mundo del poeta, del soñador, del niño. Creé un mito, una leyenda, una mentira, un cuento de hadas, un mundo mágico, un mundo que se derrumba todos los días. Me dan ganas de terminar como Virginia Woolf.”

Pero, no fue así. Murió de cáncer a los 74 años (1977), dejando tras sí la duda, de hasta qué punto, la búsqueda de su ser más íntimo, la transgresión permanente era el camino más adecuado para

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