2007, Santiago de Chile.
SERGIO DE CASTRO- EL ARQUITECTO DEL MODELO ECONÓMICO CHILENO
Este libro ahonda en uno de los procesos más interesantes del último tercio del siglo XX, como fue la aceptación universal de la economía de mercado. Lo hace a través de la exploración de una de las tantas sendas del caso de Chile —pionero en más de un aspecto de esa tendencia—, al seguir las huellas de un hombre que tuvo un papel preponderante y decisivo en la implantación de la economía de mercado y que ha sido considerado entre las veinte personalidades más importantes del siglo XX chileno: Sergio de Castro Spíkula.
Al elegirse un punto de vista biográfico la obra confiesa no ser partidaria de un enfoque histórico despersonalizado. Por el contrario, defiende que en la acción del hombre sobre sus circunstancias hay una clave muy valiosa para comprender la evolución de los acontecimientos. Da a conocer la trayectoria vital de quien, desempeñando las más importantes responsabilidades en el área económica durante la primera parte del Gobierno Militar, lideró al equipo económico que transformó una economía encaminada a la sustitución de importaciones bajo la protección del Estado en una economía de mercado abierta al mundo. Su destacada participación en la verdadera revolución que significó la transformación del sistema socio-económico de nuestro país constituye lo medular de la investigación.
La información de la presente obra se obtuvo de todo lo publicado sobre De Castro y de un ciclo de conversaciones semanales que duró cerca de dos años. Costó mucho convencerlo para que accediera a hablar de si mismo. El suyo es un talante invenciblemente reservado. Sergio es tímido y muy poco dado a la exposición pública. Sin embargo, una vez que aceptó la “tarea”, con enorme paciencia, calidez y transparencia nos fue confiando parte de su vida, su concepción de la economía y los logros y dificultades que – junto al equipo económico que lideró- tuvo que enfrentar para hacer realidad los cambios que Chile necesitaba para iniciar su despegue. Una y otra vez nos reiteró que él había formado parte de un equipo, cuyos miembros estaban igualmente capacitados e imbuidos del mismo afán de servicio. Está bien; pero siempre se negó a aceptar que él fue el capitán.