La vid en Chile

Blog Corral Victoria

     Cuenta la historia que la vid estuvo entre las primeras especies traídas por los españoles al país. Se atribuye al eclesiástico Francisco Caravantes la introducción de una cepa de uva negra, pequeña y muy sabrosa, con la cual se realizaron las primeras plantaciones en las inmediaciones de La Serena, hoy valle de Elqui y Limarí. La primera cosecha se realizó en 1551 y, de acuerdo a lo consignado en las cartas de Pedro de Valdivia, en 1556 ya se producía vino en Santiago, expandiéndose también a Concepción.  

     Una Real Cédula de la Corona fechada en 1654 prohibió —sin autorización previa— la plantación de nuevas vides en toda América y las dejó sujetas a una contribución tributaria. Esta medida, que tenía como fin frenar el consumo de vino, no prosperó mayormente en Chile, tanto así que a fines del siglo XVII, además de las chacras y fundos cercanos, el 19% de los solares de Santiago estaban dedicados a producirlo. Según el cronista Alonso de Ovalle, a mediados de dicho siglo, se podían encontrar en el país vinos de gran estima, como eran los moscateles, que a veces parecían ser “como el agua, tan claros y cristalinos”, o los de uva torontel, igualmente apreciados. Pero el más habitual era el de la uva negra común, llamada mollar, de la cual se hacían los vinos tintos que se vendían en las pulperías de la capital.

      Al iniciarse la República, la industria vitivinícola siguió estando en pañales. Según relata Claudio Gay, hacia 1830 la producción de vino era tan imperfecta, que aún en las viñas mejor administradas, éste no se conservaba más de dos años. Se guardaban en tinajas de barro de cuello ancho, que se tapaban con tablas y barro o con un cuero apretado con un látigo. Para impedir la permeabilidad de éstas, se las untaba interiormente con brea —sacada de arbustos del norte— la que al disolverse poco a poco, daba un mal gusto al vino guardado. Para transportarlo, se usaban botijas, odres de cabras, recubiertas al interior también con breas, por lo que era difícil apreciar bien su sabor natural.

      En general, la variedad cultivada en las haciendas se denominada cepa “país” y provenía de la uva negra común, plantándose entre mil quinientas a dos mil plantas por cuadra. En verdad, los viñedos se trabajaban poco, no se araba la tierra entre las hileras y las vides se mantenían a una altura de 1,60 m. sostenidas por fuertes rodrigones. La única época activa era la de la cosecha o vendimia, que comenzaba a fines de abril. Durante ese período niños y mujeres recogían los racimos en capachos y canastos trasladándolos en carretas hasta los bodegones, donde en lagares de piedra o ladrillo se procedía a pisar la uva. El mosto que se obtenía era trasladado a tinajas de fermentación y cuando perdía su dulzor se lo trasvasijaba a tinajas de guarda. El vino debía consumirse en el año.

      A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la viticultura experimentó un importante repunte. La creación y desarrollo de la Quinta Normal como escuela agrícola y de la Sociedad Nacional de Agricultura, habían impulsado la llegada de expertos extranjeros, entre los cuales se encontraba el ingeniero italiano Luis Sada de Carlo, quien introdujo en el país una valiosa colección de vides compuestas de 80 variedades en carácter de experimental. Hacia 1876, la Quinta Normal, que se había convertido en un establecimiento destinado a la instrucción agrícola, ya poseía una viña-escuela formada con las principales variedades cultivadas en el país, entre las cuales se encontraban las cepas francesas Cabernet Sauvignon, Cot o Malbec, Merlot, Carmenere, Pinot, Riesling, Sauvignon Blanc y Semillon. Más tarde, se agregaron —de la región de Champagne— las cepas Chardonnay y Pinot Noir, así como elementos técnicos para producirlas.

      Durante las primeras décadas del siglo XX, hubo un gran crecimiento de viñedos, aumentando sustantivamente la superficie plantada como la producción por hectárea. Sin embargo, entre 1940 y 1980 una serie de restricciones limitaron su desarrollo, entrando en un período de claro estancamiento. La situación cambió radicalmente en la década del 80, cuando se liberaron normas restrictivas y la apertura económica del país desencadenó una verdadera revolución en la industria. El sector vitivinícola se equipó con maquinaria moderna, mejoró la tecnología de riego y plantación e incorporó cubas de acero inoxidable y barricas de roble francés para su guarda.

Categorías
Entradas recientes