El origen de nuestra marina republicana.

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      El primer esfuerzo por conformar una marina de guerra chilena tuvo lugar el 5 de Abril de 1813, cuando el Cabildo de Santiago acordó, entre otras medidas aconsejadas por la situación, “proponer al gobernador de Valparaíso si convendría armar prontamente dos buques de guerra con el objeto de bloquear a Talcahuano para embarazar a nuestros enemigos los auxilios y refuerzos que les puedan mandar de  Chiloé y de Lima.” En forma simultánea, José Miguel Carrera que ya estaba en el sur, urdía una estrategia similar. “Escribí al gobierno-decía en su Diario- asegurándole del buen éxito que debía esperar de la campaña, siempre que se decidiese a armar en guerra el bergantín “Potrillo” y otro buque más respetable para destruir los corsarios de Lima y tomar la boca de Talcahuano, a fin de llamar la atención del enemigo y no dejarle retirada.”

Si bien por estos días, Tomás O’Higgins gobernador de Coquimbo, había logrado apresar algunos barquichuelos mercantes en corso provenientes del Perú, -entre ellos uno denominado “Piedad”-, ninguno de ellos cumplía  las condiciones necesarias para ser armados en guerra. De ahí que de la Lastra, en Valparaíso, comenzara  a desplegar una gran actividad con la finalidad de cumplir las instrucciones del gobierno y sin mayores dilaciones decidió tomar en arriendo una fragata mercante estadounidense, la “Perla” y comprar un bergantín de la misma nacionalidad por $16.000, llamado “Potrillo”.

Mientras tanto, el gobierno necesitaba poner al mando de la Marina a jefes idóneos y con experiencia, algo muy difícil de conseguir entre los criollos. De ahí que con  fecha 14 de Abril la Junta firmara los nombramientos de dos  extranjeros, el capitán mercante francés Juan José Tortel y el norteamericano Samuel Burr Johnston  como teniente de navío y teniente de fragata respectivamente. Los nombramientos atendían al mérito de los nombrados y en el caso de Tortel “a circunstancias notorias, idoneidad y patriotismo decidido por la causa santa de la libertad chilena.” Fueron éstos los primeros oficiales que sirvieron a la “Marina de Chile” dándoseles el poder para que  “todos los individuos de la marina de este reino, obedecieran las órdenes de servicio que les dieren por escrito y de palabra, sin réplica ni dilación alguna, guardándoles y haciéndoles guardar todas las honras, gracias, exenciones y preeminencias que les correspondieran”. Tortel fue destinado a Valparaíso –donde vivía desde 1804-, bajo las órdenes del gobernador de la Lastra y Burr se embarcó en el “Potrillo,” cuyo capitán era el norteamericano Edward Barnewall.

Por otra parte, la falta de oficiales y de marinería, obligó a las nuevas autoridades a contratar hombres  de diversas nacionalidades, especialmente ingleses y norteamericanos, y a completar su número con algunos chilenos reclutados en las tabernas y chinganas del puerto. El mando superior de ellas se le confió al  capitán chileno Armando  Barba, quien gozaba de reputación de marino intrépido y diestro.  Como un modo de alentar el reclutamiento de hombres de mar, se ofrecieron ventajosas  promesas: “¿Sois laboriosos y deseáis aumentar vuestros intereses y con ellos los de la patria? –se decía en una  proclama- Pues aprovechad la oportunidad de enriquecer vuestras familias y sacarlas del triste abatimiento. Los despojos del enemigo serán vuestros, y a la gloria de salvadores de Chile, añadiréis la fortuna de vuestras casas.”

Pero las dificultades no sólo se referían a la tripulación. Ante la carencia de material de guerra apropiado, El 21 de Abril, el gobierno en Santiago comisionó a José María Rozas para que cooperara con la fabricación de armamentos  para los barcos. “La expedición naval- expresaban los miembros de la Junta- sólo espera para salir suficiente metralla y balas del calibre de a 12;… Es preciso juntar cuantos operarios se crean útiles y ocupables día y noche para abreviar. V. pida los auxilios que necesite, ya sean de dinero, de fuerza armada, etc., y se espera que la actividad y prontitud con que se desempeñe esta comisión corresponda a la urgencia del encargo y a la confianza que en V. deposita el gobierno.”

      Por otra parte, si bien  las rentas públicas habían aumentado gracias a la libertad de comercio, el estado de guerra y el desorden con que se atendían las necesidades de ésta,  provocaron graves dificultades al gobierno. Se recurrió entonces a donativos voluntarios, préstamos patrióticos y la imposición de contribuciones. “Las contribuciones que se decretan –se señalaba en un decreto del 22 de Abril de 1813- no son las que imponían los tiranos para sostener su lujo y disipación… sino los recursos que la patria, esta deidad de los hombres libres y a quien todo se debe sacrificar, reclama de  sus hijos en los mayores apuros. Y en tal caso nadie debe resistirse. Hay que sostener una armada respetable, un ejército de doce mil hombres que destruya a los piratas: hay que mirar por la seguridad del Estado…”

Motivado por las circunstancias, de la Lastra movilizó al vecindario de Valparaíso y con donativos de éstos, dinero del fisco, más la requisición de la artillería de un barco portugués que circunstancialmente había llegado al puerto,  logró armar los dos barcos que en rigor, constituyeron nuestra primera Escuadra. Al tope de sus mástiles flameaba nuestra también  primera bandera tricolor, azul, blanco y amarillo correspondiente a la  Patria Vieja.

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